Por Rodrigo Suárez
Una cellista, llamada Elena, toca una gavota. Luego mi maestra Vivien Mackie le pide que vaya al pasillo, donde se puede sentir libre y en confianza porque nadie la ve, y que baile la pieza mientras la tararea. Cuando Elena regresa de bailar, Vivien le pide que vuelva a tocar la gavota. El resultado es mágico: la música parece que baila.
Mateo, barítono, canta una canción que describe un paisaje de montañas, un árbol obscurecido, y a su amada sentada junto al árbol. Cuando termina de cantar, Vivien le pide que dibuje, con sus manos en el espacio, las montañas, el árbol y la silueta de su amada. Enseguida después le pide que cante lo que dibujó. El cantante vuelve a cantar la canción y el resultado es otra vez mágico.
(Yo tomé clases con Vivien por varios años, y ahora llevo quince años compartiendo la Técnica Alexander con músicos. Puedo decir que a lo largo de los años he desarrollado una intuición de qué decirle a cada músico, o qué actividad ponerle, para liberar su talento natural y la música que lleva dentro. Este es uno de los aspectos que trabajamos en el Taller de Presencia Escénica para Músicos)