Por Madeleine Sierra
Llevar a cabo una tarea que requiera de mucha destreza, astucia, inteligencia o habilidad de nuestra parte, y además estar presionados por algún motivo para tener un buen desempeño, nos da una gran oportunidad para aprender por lo menos una de dos cosas: el éxito y el fracaso.
Por lo general queremos hacer las cosas muy muy muy bien… Queremos ser buenos en lo que hacemos, quizás por una necesidad de aceptación o de reconocimiento… y si nos salen bien: ¡¡Qué mejor que festejar!! Solo que cuando las cosas no salen como hubiéramos querido, la frustración, el enojo o la vergüenza vienen a tocarnos la puerta.
Nos enseñaron que equivocarnos es malo, y que la torpeza es un signo de debilidad. En clown ambas son cualidades maravillosas. Le aplaudimos a quien no da una, a quien mete la pata espontáneamente, a quien se deja «fracasar» con esta naturaleza de niño, espontánea e inocente, y nos comparte este pedacito de humanidad que no solemos dejar ver todos los días.
Aceptar el flop, es una herramienta de fortaleza: aceptar una equivocación, por grande o pequeñita que sea, genera un ambiente de conexión, de relajación y sobre todo de AMOR. El clown es un ser que es amado por su público. Mientras en más flops se deje caer, más lo vamos a amar!! Gracias a él recordamos algo muy importante: que el fracaso es parte de nuestra naturaleza y que negarlo solo nos va a alejar de nosotros mismos y de los demás.