Por Madeleine Sierra
La música tiene una intención muy específica y va dirigida al público. El teatro y la danza también. O sea que no se quedan en actos de introspección sino que tienen que salir y tocar a los espectadores.
Cuando ponemos al público arriba de nosotros (como la santa inquisición) entonces nos desempoderamos. Entrar al escenario desempoderados es un suplicio que no le deseo a nadie.
A mis alumnos les digo que mientras estén en la escuela y su público consista en sus maestros y sus compañeros, y mientras el ambiente esté lleno de juicios, evaluaciones y comparaciones, será difícil abrirse para sentir algo enfrente de todo ello. Lo que les recomiendo es que se presenten en asilos, y en otros lugares donde su arte sea apreciado sin el ego y sin exigencias.
Mientras menos expectativas se tengan, tu corazón se abrirá más a sentir (si eres músico, por ejemplo se abrirá más a sentir la música que tocas o cantas). Y entonces sucederá la magia… porque ya no habrá ego, sino pura intención de amor, y eso es lo más poderoso para el ser humano y para abrirse a dejarse sentir enfrente de los demás.