Luchar contra la verdad

Por Madeleine Sierra


Un alumno (inventemos que) oboísta (para respetar su privacidad) se sentía atorado porque tenía muchas ganas de hacerlo bien, por no decir perfecto. Tenía muuuuuuuchas consignas en su cabeza: que si respiraba por aquí o mejor encontraba otra manera de respirar pues su nariz se tapaba constantemente, que si tocar las notas con cierta calidad de sonido, que si sus pies se le hacían punta y sentía que flotaba, que si mejor apoyaba en el diafragma, que si no lograba dejarse sentir la música, que si… uffff… 

Él tendía a sonreír todo el tiempo y esta sonrisa me conectaba con “querer quedar bien, llenar un vacío de algo”… ¿de qué? De su Verdad. Y le pregunté “¿Cómo te sientes? ¿Cómo te hace sentir todo esto de querer abarcar todo? ¿Cómo te sientes de verdad? Cierra los ojos y ve ahí… Sabes que puedes llorar si quieres”.

De entrada sé que cuando les digo esto algo se relaja, y se dan permiso de habitar su Verdad. Mientras no lo hagan, su emoción seguirá gritándoles para ser atendida y escuchada y provocará tensión en el cuerpo.

Así es que, aunque le costó trabajo, lo hizo, y entonces comenzó a llorar. Escuchamos la emoción, en su cuerpo, durante un rato, hasta que esta se tranquilizó y nos entregó su mensaje. Ahora le pedí a mi alumno que tocara de nuevo, así, sin expectativas, solo con su verdad.

¡Ahhhhhhh fue exquisito! Sus pies ya no hicieron puntas, la respiración cayó en el lugar perfecto sin esfuerzo, no había ninguna expectativa ¡y ésto en seguida hizo que la melodía fluyera! Le pedí que guardara esta sensación durante los días siguientes… Que no se olvidara de estar viviendo su Verdad.

Por cierto, fue seleccionado en su audición al día siguiente.

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