Por Rodrigo Suárez Hoffman
“Me siento ignorada”. “Me siento juzgado”. “Me siento atacada”.
Hay palabras que solemos usar como si fueran sentimientos y que en realidad son nuestras interpretaciones de lo que la otra persona está haciendo. Cuando usamos esas palabras aumentan las probabilidades de que el receptor piense que lo estamos juzgando.
Si te digo, por ejemplo, “me siento ignorado”, no te estoy diciendo cómo me siento, lo que estoy diciendo es que tú me estás ignorando. Esta es la prueba de que “ignorado” no es un sentimiento: si tú me ignoras cuando yo necesito saber que me quieres, me sentiré triste; si me ignoras cuando necesito tu apoyo para avanzar en mis tareas, me sentiré frustrado; y si me ignoras cuando necesito mi espacio sentiré alivio.