Por Madeleine Sierra

Cuando sales al escenario, lo primero que se requiere es que establezcas una relación con tu público. La primera relación que se establece consiste simplemente en hacer contacto con él,  ver a la gente: “Ah, sí, veo que estás, te estoy recibiendo (tal vez con todo y mi miedo), estoy haciendo conexión”. 

La segunda relación que se establece es la de dar y recibir: tú vas a dar por medio de tu presentación o tu interpretación: vas a contribuir a enriquecer la vida de quienes están frente a ti. También vas a recibir: por ejemplo, los aplausos al principio y al final de la presentación. Por eso te invito a que realmente recibas los aplausos. 

En las relaciones entre las personas hay un dar y un recibir. Si das mucho y no recibes, te puedes poner arriba del otro, o debajo del otro. La excepción a esto son las relaciones entre padres e hijos, en las que a la madre y al padre les toca dar, y a los hijos recibir.

Sean cuales sean los distintos motivos por los que las personas puedan estar aplaudiendo (no importando si algunos lo puedan hacer en automático y otros como un verdadero reconocimiento a tu trabajo), te invito a estar ahí, con tu atención presente, y a recibirlo. Si no recibieras los aplausos, sería como si alguien te diera un regalo, y tú dejaras el regalo por ahí en  una mesa sin ponerle mucha atención, y dijeras: “Ah, sí… Ahora vamos a hacer…” 

Por cierto, en dos publicaciones de años anteriores ya hablamos más a detalle de cómo recibir los aplausos. Las puedes leer aquí:  https://libresencia.com/2017/08/30/como-recibir-los-aplausos/ y aquí: https://libresencia.com/2018/11/08/como-recibir-los-aplausos-2/