De niños todos tuvimos adultos que, con buena intención, nos regañaron, nos juzgaron o nos avergonzaron para buscar que modificáramos nuestro comportamiento. Detrás de cada juicio o regaño había un mensaje hermoso: el adulto quería contribuir a nuestro bienestar o al bienestar de alguien más, y lo expresaba de la mejor forma que conocía, sólo que esa forma no nos ayudaba a ver lo hermoso del mensaje.
Una desventaja de esa educación es que de adultos se nos queda muy arraigado el miedo a hacer las cosas mal, y ese miedo se vuelve contraproducente. ¿Te has preguntado cuántos de tus tensiones musculares se deberán a ese miedo? ¿Cuántos de tus dolores de espalda? ¿No te vendría bien un poco de relajación y de aceptación?
(En el taller Disfruta de ser quién eres, Libera tu clown, practicarás tanto el aceptar tus errores que algo se te quedará reprogramado).