Aquí te cuento cómo Montserrat Romero, quien tiene su grupo y canta covers, logró cantar con las palabras llenas de imágenes y emociones con el Método de Presencia Vulnerable:
Sus compañeros del taller la hacían de público, y ella se presentó como normalmente lo hace. Había nerviosismo y timidez en sus palabras. Nos contó que la letra trataba de una mujer que estaba buscando a su ex novio y que quería restablecer una relación con él. Nos compartió que esa canción significaba mucho para ella. Cuando cantó el cover lo hizo como imitando a la cantante famosa, tratando de hacer las mismas variaciones que ella hace.
Entonces le dije que me lo cantara mirándome a los ojos, yo iba a “ser” el ex-novio. Nos pusimos frente a frente, viéndonos a los ojos, y no habían pasado ni dos segundos cuando ella ya estaba cantando otra vez. La paré y le dije que era muy importante que se estableciera la escucha, ya que la Presencia Escénica viene de la escucha que damos a lo que realmente hay vivo en nosotros. Si no nos damos el tiempo para establecer esta escucha estaremos en el automático y en la máscara, es decir, forzándonos a sentir algo que realmente no sentimos, y por lo tanto la canción o la pieza así se escucharán.
Nos vimos a los ojos y le surgieron emociones, la primera de miedo de ser vista, de dejar ver lo que en realidad había: ella misma sin estatus, sin máscara… Cuando se permitió sentir esto le dije que con todo y el miedo comenzara, pero solo cuando sintiera que lo que me iba a decir era verdad en ella. El cuerpo quiere comenzar como ha aprendido a hacerlo, y con la mirada “encima” de otra persona algo sucede que el cuerpo ya no puede… es como si no quisiera o no pudiera mentir.
Entonces se tomó un tiempo para que la emoción verdadera se integrara con la voz… y para permitir que la voz saliera desde ese sitio. Cuando lo aceptó comenzó a cantar… Sus ojos, sus gestos y todo su cuerpo resonaron con esto, y su acercamiento hacia mí con las palabras fue delicado, en búsqueda de establecer un diálogo, y expectante de mi respuesta. Su voz salió desde esta vulnerabilidad, desde este ser humano buscando acercarse a otro.
Aún así se notaba apresurada por “terminar” con este “suplicio”, porque era todo nuevo: estaba cantando desde un lugar desconocido, y eso la hacía apresurarse.
Ya que dimos este brinco la jalé más: me alejé, le dí la espalda y le dije que no iba a voltear hasta que sintiera las ganas y la invitación de su parte. Entonces sus palabras comenzaron a cobrar sentido y emoción. ¡¡¡La emoción estaba conectada con lo que decía!!! Cuando terminó el público estaba boquiabierto, pues había escuchado una nueva interpretación conectada con el sentir de ella y con la emoción colocada e integrada a las palabras. Una interpretación auténtica, gozosa y profunda. Parecía que era una cantante diferente a la que había pasado la primera vez, pues estaba empoderada. En sí misma. En su centro.