Por Madeleine Sierra
En sesión una alumna me comentó que se presentaría en un concierto. Se sentía estresada porque pensaba que todo tenía que salir perfecto, y que si no salía bien iba a tener la percepción de estar estafando al público. Además sentía mucha inseguridad con relación a cumplir con las expectativas, y a todo eso se sumaba que el instrumento con el que se iba a acompañar ella misma no lo tocaba perfectamente. Pudo haber seguido y seguido pero le dije: “OK, vamos a hacer un ejercicio corporal”.
Le pedí que se pusiera de pie, que cerrara los ojos y que se imaginara a la Vida extendiéndole con sus manos el regalo de experiencia que era esta presentación. Le pedí que se hincara y agradeciera a la Vida por esta experiencia de Vida.
Le pedí que conectara con los regalos escondidos detrás de lo que se veía como una “maldición”, y que abriera su corazón para recibir el aprendizaje que le iba a ser regalado a través de ese concierto —que habría muchas oportunidades para practicar lo trabajado en clase, que se le presentarían situaciones a las que le tendría que abrir su creatividad para encontrarles solución, que podría practicar también la transformación de emociones y de conexión con el tema, así como practicar volver a estar en ella en caso de “salirse” de concentración—.
Y que pasara lo que pasara estaría abierta a conocerse, se abriría a conocer con humildad y objetividad su capacidad: hasta dónde llega, cuáles son sus límites, y que eso le daría una perspectiva para saber en qué necesita enfocarse.
Después del ejercicio hubo un cambio de actitud. Mi alumna se quedó reflexiva y sorprendida pues nunca se había tomado sus presentaciones en este sentido.
A la semana siguiente, llegó a contarme que le había ido diferente de como solía irle, ya que pudo tomarse las cosas de otra manera. Ahora estuvo en el chip de: “estoy observando todo lo que pasa, para mi más alto aprendizaje”. Me contó que en el concierto habían dos músicos, y que uno de ellos inicialmente le pareció “mamón”, pero que logró con otros ojos, como a distancia. Pudo ver cómo venía su inseguridad, y al observarla vio que podía elegir entre tomarla o mejor tomar otra actitud “humilde” (sin ego) de aprendizaje. Entonces la inseguridad se transformó.
Y resulta que pudo disfrutar de su concierto, cosa que no había podido hacer desde hace algún tiempo.