Por Madeleine Sierra

A veces, cuando exploro con mis alumnos una canción para encontrar el sentido,  la emoción y el subtexto de las palabras, les propongo, entre otros ejercicios, hacer una improvisación libre para apropiarse de lo que dicen y encontrar en su cuerpo la emoción y la energía que mueven a las palabras.

Para esta impro les propongo que “destrocen” el ritmo de la canción, y entonces noto una pequeñísima expresión de susto acompañada de cierta liberación como de “¿de verdad puedo permitirme hacer eso?” —lo que me da inmenso placer— “¡Sí, puedes permitirte toooodo! Puedes equivocarte cuantas veces necesites, puedes repetir una frase las veces que quieras para encontrar el significado y la emoción que provoca en ti, puedes inventar incluso otras palabras que surjan del tema de la canción, y puedes pasarte en sentir la emoción (es decir, puedes sentir de más para que luego se equilibre).”

Esta impro resulta de lo más importante y liberador para descubrir la energía con la que se dice lo que se dice. Una vez que esa energía se ha descubierto, el siguiente paso es practicar para conservarla mientras —ahora sí— respetas la melodía y las palabras de la composición original.