Por Madeleine Sierra

El escenario es un espacio diseñado para que el público vea y para que quien se presenta sea visto. ¿Qué tanto te permites ser visto?… Hay quienes entran al escenario y caminan tratando de verse lo menos posible. Se nota cuando alguien quiere ocultarse (detrás de su instrumento, por ejemplo). Hay quienes entran con prisa, con la idea de que no deben tomar mucho tiempo del espectador. Todo esto puede generar tensiones y tropiezos.

En cambio, si te permites respirar y te das auto-aceptación, entrarás con todas tus células llenitas de amor, como diciendo: “¡Woow, estoy sintiendo todo esto! ¡Qué bien se siente ser yo!” Y entonces será como si le dices al otro: “Te voy a contar una historia, es para ti y la vas a vivir a través de todo lo que yo siento, quizás la disfrutes mucho, quizás te confronte, quizás te haga reflexionar. Te invito a vivirla a través de mí, conmigo.”

Así todo cobrará una calidad diferente. Puede ser algo sutil pero que se alcanza a percibir, es a lo que los sufís le llaman “transmisión”. Lo que se percibe de ti en el escenario es con qué estás conectado: ¿Estás conectado contigo mismo y con lo que te rodea? ¿Estás conectado con la vida que pasa a través de ti? Transmitir el gozo que tienes contigo hará que el otro también pueda conectar con eso en él y diga: “¡Estoy sintiendo cosas lindas!”

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