Por Rodrigo Suárez
Tal vez te ayude recordar las veces que tú disfrutaste hacerles favores a otras personas: ese disfrute que te dió el saber que contribuiste a satisfacer las necesidades de otros (siempre y cuando no estuvieras sacrificando las tuyas, claro).
A veces podemos creer que los demás son muy distintos a nosotros en ese sentido: que no porque tú disfrutes contribuir con los demás, querrá decir que los demás disfruten contribuir contigo. Pero déjame decirte que no somos tan distintos.
A veces no nos animamos a pedir por temor a que la otra persona acceda por compromiso, y que sacrifique sus necesidades para apoyarnos, tal vez fingiendo que lo hace con gusto. Es verdad que eso puede suceder, y también es verdad que existe la posibilidad de que la persona se quede con incomodidad o resentimiento sin que tú te enteres de ello. ¿Cómo se siente para ti en este momento saber que existe esa posibilidad?…
Y al mismo tiempo, también existe la posibilidad de que la persona sí disfrute contribuir. Y si decides no pedirle el favor en realidad te estás arriesgando a negarle ese disfrute. ¿Cómo se siente para ti saber que también existe esa posibilidad?…
Creo que en general vale la pena que te arriesgues a pedir. El costo de no hacerlo puede ser mayor que el costo de hacerlo. ¿O tú qué crees?…